Seis artistas del renacer
El arte contemporáneo en el Ecuador vive un momento de esplendor. En los últimos 20 años el escenario artístico ha vivido un giro dramático, una efervescencia inusitada que ha descansado, fundamentalmente, en nuevos proyectos de enseñanza artística y en una nueva generación de artistas que está sacudiendo el tablero cultural. Mientras los museos y la gestión pública de la cultura palidecen en sus prácticas, con ausencia de profesionalismo y de políticas de largo aliento, las iniciativas privadas e independientes han ido sosteniendo el fervor de la práctica artística local. La Fundación PROARTE es una de esas pujantes iniciativas que apuestan por la promoción del arte ecuatoriano, enfocada en el arte emergente, posibilitando espacios de visualización en el contexto internacional y fomentando el coleccionismo de arte contemporáneo.
En esta muestra PROARTE cobija a seis jóvenes artistas que representan ese renacer del arte ecuatoriano. La tensión entre lo pictórico, el dibujo y lo instalativo son preocupaciones que atraviesan sus propuestas. Con distintas intensidades Chay Velasco, Jimmy Lara, Pamela Suasti, Polett Zapata, Elio Wong y Erick Franco recuperan lo matérico, el archivo, las estructuras arquitectónicas y el diálogo entre los distintos lenguajes artísticos.
Jimmy y Polett exploran las posibilidades que el archivo y los registros fotográficos ofrecen. Lara, desde archivos de imágenes universales, activa sus emplazamientos cotidianos y entabla correlatos entre las invasiones y asentamientos irregulares de personas en la periferia de la ciudad de Guayaquil con las invasiones bélicas globales, como la de Rusia a Ucrania. Por su parte, Polett, acude al archivo familiar; imágenes que hacen de sus cuadros epifanías desbordantes, traspasando lugares, rostros y objetos dislocados. Ella configura una inmediatez extraña, discontinua, personal. Una especie de recolectora de olvidos y memorias interpelantes. Los “bombardeos” pictóricos de Lara también tienen vasos comunicantes con la obra de Erick Franco. Ambos extraen pigmentos (de fotografías o de hojas secas) para convertir al proceso de la obra en un ente significante. Aluden a dos tipos de conquistas. Con la cera de abeja Franco se reconcilia con las formas bacterianas que esconde la naturaleza. Sus piezas son un contenedor de residuos que le recuerda al hombre la peor de sus hazañas: el dominio sobre las múltiples y maravillosas manifestaciones de la vida.
Chay Velasco, al igual que Lara y Franco, enarbola estructuras arquitectónicas que derivan de su entorno. Sus plataformas vernáculas problematizan lo urbano y lo rural. Son obras donde el accidente y el hallazgo se emancipan para colorear espacios no habitados; construye desechos, fisuras y casas que se edifican desde una concepción escultórica e instalativa que se hace pintura. Pamela Suasti, en cambio, empuja los recursos tridimensionales a un camino de potencia objetual. Ella atisba la suspensión de la forma, la resurrección del círculo y la experimentación con la materia como un sentido supremo. Lana y vacío. Vacío y serialidad. Tradiciones artesanales fecundas irradian su trabajo. Un tesoro de transformaciones incesantes. Por su parte, Elio Wong recurre a esa tensión entre el dibujo y la pintura que habita en buena parte de sus colegas. En él aflora el accidente y la espontaneidad del trazo. Una escritura de color y sonidos abrigados por su propia experiencia multidisciplinar. La idea de pintura heredada del expresionismo abstracto está presente, gatillando otras posibilidades de existencia.
Seis artistas en pleno crecimiento, con prácticas desafiantes, propositivas y de un amplio calado. Con formación, experiencias y posicionamientos estéticos diversos. Pero con algo en común, están siendo parte de una radical transformación del escenario cultural de su país.
Saidel Brito.
Guayaquil, enero de 2023.





